
La familia como tal se está acabando. No hablo de la familia clásica de padre, madre e hijos, sino cualquier tipo de familia.
En la prehistoria, de la que, obviamente no hay documentos escritos, se sabe que los humanos vivíamos en grupos reducidos, no se sabe si eran varias familias que compartían cierto grado de consanguinidad, aunque es lo más probable.
Es cierto que hay muchas teorías sobre familias matriarcales, patriarcales poligámicas o compuesta por parejas monogámicas, ésta última es la teoría más aceptada hoy en día de culturas primitivas como los fueguinos, pigmeos, bosquimanos, etc, que todos han coincidido en la «elección» de la familia monógama para vivir, con igualdad entre mujeres y hombres, reprobación del adulterio, cuidado de los hijos y, sobre todo, con completa libertad para vivir en ese tipo de familia.
Históricamente, la familia como elemento legal aparece en el imperio romano, que, impone al pater familias la obligación de mantener a la esposa y su descendencia. Pero no nos distraigamos; desde el principio de la humanidad, estos grupos familiares compartían un tiempo cada día para hablar, contar historias, cuentos o leyendas. Con el progreso, este espacio familiar se mantuvo, ni la llegada del teléfono, la radio o la televisión impidieron que, las familias compartieran un tiempo al día, normalmente después de una comida o antes de acostarse.
El final de la familia es consecuencia de muchos factores, pero el definitivo ha sido internet, con las redes sociales, los juegos, los chats, etc., cuya finalidad es aislar a los individuos. Es la primera vez en la historia conocida de la humanidad en que, el espacio familiar está despareciendo. Es cierto que, cada individuo necesita su espacio, pero esto no puede ser excusa para que la familia pierda su propio espacio. Las familias se están convirtiendo en individuos que comparten una vivienda y poco más.
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